Ayer fue mi penúltimo día de trabajo en Vic y, mira por donde, coincidí con Raúl Dordal, santmartinense reciente, en un tren rumbo a la capital de Osona. Mi compañero de club llevaba una de esas maquinitas que juegan al ajedrez y todavía no sé exactamente cómo ocurrió pero a las siete de la mañana me vi enfrascado en una partida "casi" a la ciega contra la máquina. Digo "casi" porque Raúl se resisitía a poner las piezas sobre el tablero no fuera que empezaran a rodar por el suelo del vagón y me vi obligado a jugar sin piezas en el tablero pero con la ayuda de una pantallita de cuarzo en la que sí aparecían unas diminutas y rudimentarias piezas. Salía más a cuenta no forzar la vista y jugar sin mirar mucho el tablerín.
Jugué ultrasólido -¿alguien lo dudaba?- y, como la máquina no atinaba del todo posicionalmente, logré ganar un peón que acabó siendo pieza. Era una de esas máquinas antiguas que todavía eran asequibles al entendimiento humano. Si hubiera sido un programa actual ni en sueños le gano y menos en un tren con el traqueteo y todo lo demás. Yo estaba eufórico pero Raúl ya me avisó que Saba y él mismo también habían ganado al monstruo de silicio.
Es curioso ver cómo el ajedrez cibernético ha evolucionado. Recuerdo cuando, siendo mucho más flojo que ahora, podía ganar a programas ya míticos como el Colossus 4 Chess, el Battle Chess -con figuritas que luchaban- o el Chessmaster 2100. Luego ya vinieron los Fritz -al 5 le sacaba tablas pero con las versiones actuales, simplemente pierdo- o el Hiarcs.
Como jugador humano he progresado bastante pero las máquinas lo han hecho aún más. No es que los hayan programado especialmente mejor sinó que los ordenadores cada vez son más rápidos y en el mismo tiempo de partida calculan más jugadas. Han mejorado por fuerza bruta. ¿Y a eso lo llaman inteligencia artificial? No imitan los procesos humanos en la toma de decisiones -porque un humano ciertas jugadas ni las examina por ser absurdas- sino que tienen su propia manera de pensar, siguiendo la técnica del pastel. Prueban todas las jugadas -todas- y se quedan con la que obtiene una mejor puntuación según unos criterios que incluyen el material, el dominio de casillas, la seguridad del rey...
Jugar contra las máquinas antiguas tenía su gracia pero ahora son demasiado duras. Su sentido ya no es usarlas como sparrings sinó aprender de ellas utilizándolas como analistas infalibles. Es muy habitual que los ajedrecistas, analizando una posición, acaben diciendo "Fritz dirá" y concluyan su debate teórico. No sé vosotros pero yo, jugando con mi PC, me siento como corriendo contra un coche. ¡Absurdo!
2 comentarios:
A mí tampoco me gusta jugar con máquinas, pero lo de menos es que me ganen. Tampoco me gusta jugar por Internet. Simplemente necesito estar jugando contra otra persona que está ahí. Aunque luego yo me levante a cada jugada y mi rival también.
Supongo que todo viene de ser una niña malcriada con hermanos mayores y un club al que siempre iba gente. De pequeña no tenía problemas para echar unas rápidas con humanos y le cogí manía al silicio.
¿Pudiendo jugar los dos a la ciega sacasteis una máquina? Qué vergüenza xDDD
¡Ohhhh! Ya ni me acordaba de battle-chess, que mala era (siendo yo un paquete de 15 años,le gané 3-1), pero que divertido era ver los combates entre las piezas, ja, ja. Qué tiempos aquellos en los que aún tenía pelo en la cabeza...
Publicar un comentario