martes, 14 de junio de 2011

Ser director de torneo

El pasado domingo 12 de junio me estrené como Director de un torneo homologado: el II Obert Actiu Sant Martí. Que nadie se lleve a engaño; sucedió que el resto de compañeros no podían ejercer el cargo por estar fuera o desempeñar otros cargos en el mismo torneo.
Ya había sido el "mandamás" oficial en otros torneos y también había organizado ya torneos homologados pero nunca se habían juntado en un mismo día las dos funciones. Como "mandamás" llevo muchos años organizando el Social Besòs y otros torneos oficiosos pero no tienen ni punto de comparación en cuanto a la exigencia y complejidad de un torneo homologado. En torneos sociales y de Fiesta Mayor nadie en su sano juicio puede exigir una organización impecable, a lo sumo, solamente buena fe e imparcialidad en las decisiones.
Para empezar, en un torneo homologado la gente ha pagado una inscripción lo cual ya les otorga el derecho "moral" a protestar con razón si algo no marcha bien. En segundo lugar, la FCE está ahí, vigilándote, como en Gran Hermano... atenta a qué sucede por si cae alguna sanción. Pensad que en un torneo homologado hay que estar muy atento a que no haya problemas horarios, de sala de juego, de material, de arbitraje, de retransmisión de partidas, de cobro de inscripciones, de reparto de premios.. con tantas cosas, algo puede fallar.
En la organización de torneos oficiales llevo sobre mis espaldas cinco o seis ediciones del Vila de Poblenou -en mi etapa colonera- y un variado repertorio de eventos santmartinenses en abiertos y cerrados. Cuando uno organiza no presta especial atención a las partidas ni a quién gana. Estás atento a cosas tan primarias como el papel del WC, que el conserje abra a tiempo el local, que el viento no tire las piezas o que la iluminación sea la correcta. Muchos encontrarán esto terriblemente aburrido pero se equivocan porque la satisfacción del organizador, cuando todo transcurre bien, está en que la gente se marche contenta por haber disfrutado de un día jugando al ajedrez. En parte, tiene algo de adictivo porque fijaros en que la mayoría de organizadores, cuando lo han probado, suelen repetir en su empeño. Por supuesto, el pequeño beneficio económico que puede haber en estos torneos va integramente al club y no a sus currantes organizadores.
Cuando algo falla, siempre puedes apelar al big boss de turno pero este domingo era yo así que la gente, en caso de emergencia, debía quemarme vivo a mi. Esto hace que te esmeres más de lo habitual ya que, en parte, tu nombre está un poco en juego. No debería ser así porque en el fondo seguimos siendo los mismos quienes organizamos el torneo pero directa o indirectamente te autopresionas más.
En fin, que tuve suerte y en mi estreno no sucedió nada malo gracias al esfuerzo de todos. En el Internacional de Verano y en los Cerrados de norma de otoño, si no pasa nada, repetiré cargo con el permiso de mis compañeros.

Algunos de los problemas más comprometidos que he vivido como organizador:

1. Es la hora de comenzar un Open y el conserje, el único que tiene las llaves, aparece con más de una hora de retraso. Todo el mundo, más de 100 personas, esperando al dormilón.
2. En plena ronda vespertina de otro Open, llueve a cántaros y 200 jugadores se quedan a oscuras por un apagón con los relojes en marcha. Se improvisa iluminación de emergencia, se cambian de lugar un montón de tableros y un jugador famoso por sus peticiones de "silencio en la sala", con pieza de menos, se niega a jugar con ese nivel de luz para irse a casa y analizar la posición con el ordenador (lo reconoció al día siguiente: por esto ahora raramente se aplaza).
3. Diversos participantes en un Cerrado de norma se ven obligados a dejarlo por varios motivos ajenos a su voluntad y hay que remediarlo con sustituciones de emergencia para no invalidar las normas que algunos medio han logrado ya.
4. En un suizo de rápidas, alguien desconecta por error el ordenador con los emparejamientos -no era un portátil con batería- y hay que rehacer in situ varias rondas con 100 personas esperando. Sabido es que, para los organizadores, los torneos de rápidas son los más propensos a los problemas por el escaso margen de tiempo que hay entre ronda y ronda.
5. Un ascensor repleto de Grandes Maestros cercanos a los 2 metros de altura se quedan atascados una hora y media, en pleno agosto, y hay que llamar a los bomberos para rescatarlos. Podían respirar por una rendija de dos centímetros de ancho...
6. En pleno suizo, la tinta de la impresora se apaga y no se pueden colgar los emparejamientos y hay que cantarlos a viva voz con el jaleo que esto supone.

¡Y más que no cuento aquí...!