No voy a relataros quién ganó la Copa ni cuántos puntos hicieron los equipos del Sant Martí, que para eso ya hay -o habrá- la megacrónica de Ricard Llerins -estuvo todo el día por Sants, apuntando resultados y haciendo de delegado-. Me limitaré a comentar mis experiencias en la Copa.
Acudí para entrenarme un poco de cara al por equipos y para conocer a algunos de los recién llegados al club, como el sub16 Danil Shatko. Me pareció un buen chico, bastante prudente y con un hambre inmenso de ajedrez. Muy técnico. ¡Gran fichaje! Ambos, junto a Manel Riera y Beto Moreno formamos el equipo B del Sant Martí en categoría preferente. Supuestamente tenía que unirse a nosotros Èric Sánchez pero al final no pudo venir y tuvimos que jugar todas las rondas mientras en otros equipos sobraban los suplentes. El próximo año hay que intentar repartir mejor los jugadores, aunque debilite los equipos de arriba...
Beto hizo un montón de puntos, unos 6 o 7, jugando de primer o segundo tablero, y demostró que lo suyo es el ajedrez rápido. Manel estuvo en su línea, dominando la mayoría de partidas pero comentiendo algún que otro error que lastró sus méritos anteriores. Danil y Manel rondaron el 50%. Y yo hice 5,5 de 9. Empecé mal, como acelerado, y perdí dos seguidas. La segunda, frente a un chaval joven, fue especialmente deplorable y me sentí malo y viejo. Luego fui pillando el tranquillo a esto de los 15' más 5'' de incremento y gané tres seguidas, la última con algo de suerte ya que canté bandera estando algo peor. Me fui a comer con 3 de 5 junto a medio Sant Martí y David Palau, temporalmente adoptado. La verdad es que comimos muy pero que muy bien -y cerca de las cocheras- pero no desvelaré en público la ubicación del restaurante y así el año que viene podremos repetir. Allí conocí al padre de Ímar Tallo, un hombre discreto pero que está al tanto de la actualidad del ajedrez catalán. Reanudamos la competición y empaté contra un MC del Cerdanyola cerrándome a cal y canto. De hecho hasta tuve opciones de ganar pero me entró en una variante de jaque perpetuo y no pude hacer más. Luego perdí con un chavalín del Cerdanyola C pese a tenerla mejor todo el rato. Parecía que le daría mate pero se defendió, parecía que perdería por tiempo pero siempre tenía esos cinco segunditos, parecía que perdía el final pero logró sobrevivir y aprovechó mis errores para ganar en el último suspiro en el final de peones. Me sentí viejo, muy viejo. Afortunadamente luego gané dos partidas jugando francamente bien. La primera en plan posicional y la otra entregando peón y jugando agresivo -raro, ¿verdad?-. La verdad es que siento que cada vez juego mejor pero es como si la gente jugara también cada vez mejor, especialmente, los niños. Van muy enchufados de teoría y clases y a ritmos rápidos son muy peligrosos. El mundo del ajedrez ha cambiado.
En cuanto a relaciones públicas, lo bueno de la Copa es que es una buena ocasión para reencontrarte con viejos conocidos que hacía tiempo que no veía. Me alegré mucho de ver a los del Colón -Moreno, Silvia, Ruben, Felipe, Arza, Piñero...-, que siguen como siempre, aunque me pareció ver que han incorporado a Mínguez, ex-Sant Adrià. También pude hablar con Carles Godesard, que me contó sus andaduras en el Social DIM -va líder- y aprovechamos para charlar sobre canteras, jamones y actividad bloguera.
Pude conversar también con Carlos Vargas, ahora en el Catalunya, que estudió conmigo en la Facultad de Filosofía. Sigue como siempre pero sin barba. Y hablé también con Luís Ródenas, del Sant Adrià, y me contó que este año igual juega alguna en el A así que le deseo mucha suerte.
Por último, me compré el nuevo libro de Moskalenko -en inglés, grrr- que incluye un sinfín de partidas -ganadas por Moskalenko, claro- y que incluye aperturas que me enteresan especialmente. Cuando ya me lo haya leído ya haré una reseña sobre él. Y nos fuimos en coche hasta Tordera, haciendo escala en una urbanización de Sils para dejar a Piñero en su casa. The end.