Leyendo el siguiente escrito en Ajedreznd donde se trata el tema de los ritmos de juego me doy cuenta de que el ajedrez como arte o como ciencia está en vías de extinción. Quien controla el cotarro quiere ritmos rápidos para que los torneos acaben rápido y puedan recogerse las piezas, para que pueda volver a casa la gente, para que el profesional pueda ganar más dinero trabajando menos horas.
¿Para qué jugarse una buena partida de ajedrez cuando pueden jugarse dos churros de partida a toda velocidad? Doble de premios, doble de elo, más tiempo libre...
¡Qué lejos quedan los tiempos de Capablanca! Es gracioso ver cómo el ajedrez quiere ser lo que en esencia no es: un deporte.
Yo soy profesor. He pensado que si diera mis clases en menos tiempo habría más espectáculo porque cometería errores y los alumnos agonizarían más. Seguro que el público se lo pasaba en grande.
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