El periplo por Italia del Norte ya ha concluído y Ricard, yo, Palau y Ariadna estamos nuevamente aquí, para serviros. Turisteando, visitamos Livorno, Pisa, Florencia, Siena, San Gimignano, Lucca, Venecia y Verona, la ciudad de Romeo y Julieta. Dejamos en el tintero Padua, cambiándola por un día light en Venecia. Tampoco hubo match con el Firenze y es que los florentinos no concretaron fecha alguna así que no nos arriesgamos a pasar por su club y recibir plantón.
No obstante, no faltó el ajedrez y se jugaron abundantes rápidas en el barco de ida y el de vuelta, unas 20 horas cada trayecto más o menos, ya podéis imaginar. Palau aprovechó para apalizar a turistas incautos y Ricard dió clases de ajedrez a los niños que se le acercaron con su plática habitual.
El clímax ajedrecístico llegó con la fiebre de los tableros de ajedrez. En Pisa localizamos una tienda dedicada casi en exclusiva a vender tablerines de ajedrez con piezas decorativas de ésas que nunca usamos para jugar. Yo inicié el gasto comprando un tablero en madera hecho a mano con el escudo de Pisa y las piezas, en alabastro, simulaban dos bandos pisanos que, según la costumbre, se liaban a tortas cada año sobre el Ponte di Mezzo para limar asperezas. Las torres por supuesto eran como la de Pisa, torcidas. La web de la tienda está aquí.
Ricard aceptó el reto y a lo largo del viaje llegó a comprar la friolera de seis tableros de ajedrez. Fue una especie de Síndrome de Diógenes pasajero que pretendía ampliar la futura exposición de material ajedrecístico en 2014. Compró un ajedrez de Don Quijote (en Italia, ya ves), uno tallado a mano en madera de olivo, otro de gatos contra perros, uno de demonios contra ángeles, uno de cristal de colorines y otro de alabastro con el tablero haciendo subidas y bajadas. Compró además, instigado por Ariadna, dos bolas del mundo y unas 6 o 7 bolas de nieve, una por ciudad visitada. Superado por los kilogramos, llegó a comprarse una maleta enorme con ruedas que se partió en menos de 24 horas. Aún así, logró arrastrarlo todo hasta Barcelona. En cualquier caso, no me gustaría vivir debajo de su piso...
Palau también llegó a romper su maleta aunque no compró mucha cosa y se gastó los dineros en pantagruélicas comidas con Ricard (Ari y yo tiramos más de súper). El del Foment, eso sí, tuvo que lidiar con su pierna ya que le dió guerra durante medio viaje.
En próximas entregas ya colgaré algunas fotos destacadas... y os aseguro que lo son.
2 comentarios:
Benvenutti bellos.
Hola¡
En Italia no hizo demasiado calor. Nos pusimos hasta el gorro de helados. Los museos bastante caros y los taxis baratos. Venecia se inventó para los millonarios. Yo sólo compré 6 juegos de ajedrez, me quedé con las ganas de comprar el de gnomos contra trols, y 10 bolas de nieve de las diferentes ciudades por las que pasamos. La culpa la tubo Ariadna, que me propuso empezar una colección de bolas de nieve. Desgraciadamente la bola de Sant Gimignano o similar, pueblo en el que sólo hay tiendas más el Museo de la Muerte, se rompió, aplastada sin duda por otra mayor que no quería competencia. También compré al Atlas, titán que cargaba con la bola del mundo, que como lo llevaba yo, pues pesaba un rato. El viaje salió redondo debido a la preparación que hizo previamente Ariadna y aunque fue muy entretenido, un poco largo para mi gusto. La maleta que compré en Italia me durará 20 años más, a pesar de estar rota. Como les dije a mis colegas el mundo no puede permitirse comprar una maleta para un sólo viaje. Los compañeros de viaje fenomenal.
Ll.
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