viernes, 29 de julio de 2011

Ajedrez y harenes

El ajedrez es un juego rico en tópicos. Uno de ellos es la imagen del harén -como en la fotografía- en el que el califa, sultán o mandamás de turno jugaba al ajedrez con sus bellas esposas y concubinas. Una imagen seguramente deformada de la realidad pero que, en gran medida, todavía perdura en el imaginario colectivo. Quién sabe si la famosa foto de Duchamp y sus múltiples derivados son un eco de estas fantasías masculinas sobre el ajedrez.
Os recomiendo un artículo en el que se da un breve y original repaso a la historia del ajedrez. Os dejo con lo que escribe sobre el ajedrez en la época de esplendor islámico:

La época árabe en el juego del ajedrez es su primera fase histórica, pues poseemos la evidencia documental de su práctica (esto no ocurre, lamentablemente, con ninguno de los protoajedreces mencionados. En efecto, hacia el siglo VII de la era cristiana, el ajedrez se vuelve un hecho irrefutablemente histórico, pues los árabes nos han legado una inmensa colección de finales de partida, de gran riqueza artística, a los cuales llamaban mansubat. En esos tiempos la notación de las movidas era aún muy precaria y engorrosa, ya que se describía con palabras todo el movimiento, y probablemente éste sea el motivo por el cual los árabes no dejaron muchos registros de partidas jugadas.

Nos referimos al ajedrez "arábigo-persa", pero, en rigor, deberíamos decir ajedrez "indopersa de tradición islámica", porque la mayor parte del folklore de la India llegó los árabes a través de los persas y fueron éstos, en combinación con los musulmanes, los que mantuvieron encendida la llama del ajedrez. Como ya vimos, en los remotos orígenes de este juego confluyen las tradiciones indias y persas. Los árabes, de enorme capacidad para aprovechar los productos culturales de otros pueblos, supieron tomarlos y transmitirlos.

El ajedrez se volvió un preferido de las grandes figuras islámicas de la época y ganó los harenes reales. Los califas, sultanes y emires de todo el mundo musulmán jugaban al ajedrez con sus esposas y concubinas rodeando el tablero (o paño) entre sedas, tules, insinuantes caderas en perpetua ondulación y el dulce sonido de las flautas y chirimías. Embriagados por suaves melodías, solían enseñarles el juego a sus mujeres y aceptaban sus opiniones a la hora del enfrentamiento con algún rival ocasional.

Los árabes no jugaban al ajedrez en silencio, por lo menos en los primeros tiempos. El silencio que reina junto al tablero en la actualidad es algo puramente moderno. Ni los árabes, ni la Edad Media asociaron nunca ajedrez con silencio. Cuando una pareja de jugadores se enfrentaba en un arrabal de Bagdad o Damasco, en la Córdoba musulmana, en la calle o en el zoco, solía formarse a su alrededor un grupo de aficionados o jugadores, que comentaban la partida, o proponían movimientos, sin que se viese esto como algo negativo.

El artículo abarca más épocas y podéis consultarlo aquí. Merece la pena.

2 comentarios:

Almanzor dijo...

¡Para estar esclavizadas, se las ve muy contentas!

Anónimo dijo...

El esclavizado debe ser el sultán, pobre hombre

Just for men