Hoy nadie daba un duro por nosotros y se había hecho un esfuerzo en el equipo C. Pero hoy se ha demostrado que el elo, a veces, es sólo una matrícula y, con desventaja de elo en casi todos los tableros, el equipo B ha arañado unas meritorias tablas con uno de los equipos más potentes del grupo: el Mollet.
Comenzó el match con una de cal (victoria del caballeroso Diego Delgado) y otra de arena (derrota con pieza de menos de Manuel Maria Rodríguez). Rojas bailaba con la más fea y tuvo que ceder ante los problemas de posición y tiempo. Diego hacía lo mismo con otro rival de buen nivel. Poyato también perdía. Afortunadamente, nuestro brillante cadete, Javier Carmona, impartía justicia y ganaba un valioso punto. También vencía Jordi Sabater tras tactiquear y ganar material frente a un jovencísimo pero peligrosísimo contendiente.
Las cosas estaban chungas, no nos vamos a engañar, con Fontanillas medio muerto sin poderse enrocar y viendo su rey asediado por doquier. Riera estaba mejor (calidad de más) y Lluís Casas, cómo no, pintaba tablas.
Entonces llegó el milagro, Casas entablaba y Fontanillas churrimangaba el peón que llevaba de menos en un final de torres -llegar a ese final inferior ya era en sí un milagro- para amarrar unas tablas muertas que no tardaron en consumarse. Faltaba la partida de Manel Riera y estaba obligado a ganar. Fue un episodio épico... Manel ganaba de calidad frente a un 2200 en un final con muchas piezas y sólo un peón por bando. Era una pesadilla y, para colmo, una melé humana siguiendo la partida se apiñaba con frenesí en torno a los jugadores. El problema era que Manel estaba jugando el final con solamente 20 o 30 segundos de margen y su rival contaba con 7 u 8 minutos para liarle. Afortunadamente, Manel demostró lo grande que es y ganó la partida, empatando el match a cinco con un rival -el Mollet A- que debió habernos ganado.
La pregunta del millón de dólares es a qué podría aspirar el equipo B si no sufriera, como de costumbre, las bajas de los otros equipos
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