Hoy Magnus Carlsen se ha proclamado campeón del mundo en la India tras vencer al hasta ahora campeón Vishy Anand. Un marcador claro con +3=7-0 no deja dudas de por qué el noruego le sacaba casi cien de elo a su rival. Decían los expertos que Anand estaba bajo de forma, quien sabe si ya con el declive inevitable de la edad, 44 años frente a los 22 de Magnus, pero lo cierto es que las espectativas se han cumplido y Anand no ha podido inquietar a Carlsen, solamente tuvo opciones de victoria en una y no lo aprovechó. Carlsen se limitó a jugar un ajedrez sólido pero luchador que, nutrido a base de puntuales pero decisivos errores del indio, han acabado encumbrándole a lo más alto. El número uno ahora es también campeón del mundo.
Anand queda revestido ahora con esa venerabilidad de los jugadores veteranos a los que se reconoce su pasado glorioso. Magnus es el presente (llevaba ya tres años sin ser superado en partidas lentas por Anand) y probablemente un futuro de lo más prometedor. Desde el desplante pesetero de Kasparov y Short, el ajedrez ha vivido escindido y sin tener un claro campeón que dominara el ajedrez con claridad. Hubo rachas cortas en las que jugadores como Kramnik o Topalov parecían ser el auténtico relevo de Kasparov pero no brillaron con semejante intensidad, no al menos durante tanto tiempo como el ogro. Con Carlsen, todos los ajedrecistas están experimentando algo nuevo: esperanza. Todos tenemos la sensación de que el ajedrez, con una nueva cara de talento indiscutible, puede resucitar de las cenizas de las dos K. Llevamos muchos años viendo como el ajedrez languidece entre los mass media y se ha ido atrincherando en los guettos ajedrecísticos habituales en internet. Quizás ahora, con un nuevo rostro, el Mozart del ajedrez, la gente vuelva a interesarse más por el ajedrez. En Noruega esto está garantizado, faltará por ver si esto se contagia al resto de países.
Pero no nos engañemos, para que haya auténtico fervor ajedrecístico todavía nos falta algo: un digno rival para Magnus. La élite está plagada de jugadores más viejunos que no recortarán distancias con Magnus. Kasparov tuvo a Karpov y ahora tenemos que comenzar a escrutar entre los más jóvenes quién será la némesis que, de aquí a un tiempo, pueda inquietar al nuevo rey del ajedrez.
Con Magnus tenemos a un campeón que rehuye la teoría de aperturas pero sin excentricidades, practicando un ajedrez sólido que no deja de intentarlo hasta que queden ambos reyes pelados. Su estilo ganador probablemente sea una consecuencia de la creciente y decisiva fuerza de los análisis de ordenador, que van imponiendo poco a poco un ajedrez basado no en principios generales sino en posiciones concretas.
Ahora falta ver si su hambre se conformará con este logro histórico o si Magnus se empeñará en forjar una nueva era. El tiempo lo dirá...
No hay comentarios:
Publicar un comentario