A la derecha puede verse al mítico Sultan Khan, jugador indio que, llevado a Inglaterra por su "amo", arrasó por doquier como jugador de ajedrez. El pobre no sabía escribir y no dejaba de ser un títere en manos de otras personas pero como jugador era fortísimo, tanto o más que jugadores como Tartakower, a la izquierda de la foto. Fue primer tablero inglés en tres ocasiones durante olimpiadas de ajedrez y ganó en tres ocasiones el campeonato de Inglaterra.
Su caso demuestra que el ajedrez y la cultura no siempre van unidos y que tendemos a valorar exclusivamente los resultados o la fuerza -el elo- de un ajedredista sin mirar mucho otros aspectos para llegar a endiosarle o darle la razón en temas que, a veces, exceden el horizonte de las 64 casillas. Hoy en día, donde se priman los resultados por encima de todo, abundan los Sultan Khan del ajedrez. Son legión, participan en innumerables torneos pero poco más les podemos pedir. Nos pueden dar mate, tener memorizada una variante hasta la jugada 30... pero no sabrán jamás quién era Ruy López o qué ocurre en Linares. Lo triste no es no saber, sinó no hacer nada por saber más.
3 comentarios:
Buena reflexión, Joan. El ajedrez, cuya primera y principal función debería ser la de ampliar nuestras miras intelectuales, no siempre se aprovecha así. Cada persona tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida, pero no deja de ser lastimoso que algunos caudales de talento se pierdan por ello. Eso sí, cuando un maestro es también una persona culta, pocas conversaciones mejoran la suya.
No sé porque me huele que te refieres a algún jugador en particular, que hayas visto merodeano por algun torneo del circuito catalán.
Aún así nuestras normas es saber jugar al ajedrez, no saber que pasa en un sitio tan lejano como Amsterdam.
Saludos, Mr. Anonimo.
No pensaba en nadie en particular cuando escribí esto, en realidad, es una situación que he visto muchas veces. La diferencia entre el dominó y el ajedrez -supongo, aunque no sé demasiado de dominó, lo reconozco-está en el bagaje cultural que uno tiene por encima del otro. Preeminencia del ajedrez, se entiende.
Si un maestro es culto su conversación será estupenda pero solamente tendrá un plus en temas de ajedrez. No creo que dar jaques muy bien ayude a hablar con más ocurrencia sobre política o medicina. Creer lo contrario es un error muy común, la llamada falacia ad verecundiam que viene a decir que todo lo que dice Einstein o Kasparov es cierto porque lo digan ellos.
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