Hoy escuchaba la radio y, mira por dónde, hablaron de ajedrez. Trataban en broma el tema del doping en el deporte y, como ejemplo extremo, señalaban la lucha contra el dopaje que también se ha instalado en la FIDE. La Federación Internacional, deseosa de que el ajedrez sea reconocido como deporte olímpico, ha enarbolado también esa bandera y se controlan los orines de los jugadores para ver si abusan de la cafeina o los tranquilizantes, por poner algunos ejemplos.
Supongo que ya os podéis imaginar que había cachondeo con esto de que el ajedrez fuera deporte y más aún en que se temiera el dopaje. No entraré en esto pues los tertulianos, como suele ocurrir, no tenían mucha idea del tema que trataban.
Lo que me resultó más llamativo fue que comenzaron a enumerar jugadores de ajedrez y salieron los tres de siempre: Fischer (nombrado en primer lugar) y luego el dueto Kasparov y Karpov. Estamos hablando de grandes jugadores pero el más reciente dejó de ser campeón mundial en el año 2000 -si no me equivoco- ante Vladimir Kramnik.
¿Qué quiero decir? Pues que la opinión pública se ha quedado anclada en el ajedrez del año 2000, a lo sumo. Ni rastro de Kramnik, Anand o cualquiera de los efímeros campeones FIDE. Podemos culpar a los separatistas Kasparov y Short, al presidente Iliumyinov, a los poco carismáticos campeones actuales... no sé, el caso es que vamos a menos. Por mucho que aumenten los federados, sea en la FCE o en la FIDE, por mucho que aumente la presencia ajedrecística en internet... el caso es que el gran público nos ignora cada vez más.
Se habló fugazmente del ajedrez escolar, en tono de broma claro, para destrozar el mito del ajedrez como asunto de gente inteligente, y situarnos más bien en la esfera del dopaje y el friquismo. Era broma... pero cuando el río suena, agua lleva.